Grupo de Estudio: Desarrollo del Pensamiento

La creación de este Grupo de Estudio, centrado en forma amplia en la temática del desarrollo del pensamiento, responde en forma directa a uno de los objetivos del Área de Investigación del Plan de Desarrollo del DECSA, aprobado en 2017.

Igualmente, en términos más amplios, se inserta en el quehacer del DECSA asumiendo que la tarea de estimular y desarrollar el pensamiento es coherente con la demanda creciente por la calidad de la formación profesional y académica, con la cual se encuentra comprometida. La disciplina que nos constituye es la Educación, y debemos ser leales a nuestra identidad: educar es abrir y desarrollar posibilidades, con el fin de construir en cada persona, y aún en la sociedad en su conjunto, un espacio extenso, abierto, distinto de aquel que prefiguran las respuestas que damos a lo inmediato.

Creemos firmemente que la educación es el problema fundamental de nuestro tiempo, el que plantea las cuestiones medulares del desarrollo y la felicidad humanas, no obstante la urgencia con que diariamente se presentan otras demandas.

En lo fundamental, el propósito es abrir un campo de investigación, de reflexión y de propuesta especialmente orientado al aprendizaje del pensamiento. Esto es, aspiramos a reunir, discutir y divulgar información y conocimiento aplicable a programas docentes de pre y postgrado; y como contenido de futuros proyectos de investigación. Lo anterior, en la convicción de que esta materia representa un aspecto sustantivo transversal de la formación universitaria.

Uno

El vocablo pensamiento procede del latín pensare, que a su vez deriva de pendere, que significa pesar. Es un concepto de uso frecuente, pero muy problemático al momento de establecer una definición precisa. Sobre este concepto existen perspectivas múltiples, que están desplegadas a lo largo del tiempo y en diferentes disciplinas. En un sentido filosófico restringido, es la actividad propia del entendimiento o de la razón en cuanto se esfuerza por desarrollar conocimiento. De este modo, por definición, el pensamiento es activo, capaz de formar y producir ideas, en oposición a la sensación que tiene un carácter pasivo.

Al margen de divergencias, sabemos con certeza que sólo podemos hablar del pensamiento en el marco de un universo de gigantesca complejidad, que por añadidura actualmente tiene una centralidad indudable en la educación y ciertamente en la tarea universitaria.

Como un signo de esta complejidad, Descartes afirma que el pensamiento es un atributo que pertenece al hombre de tal modo que jamás puede ser separado de él, dado que otorga la existencia. Este filósofo distingue entre la cosa que piensa, res cogitans, y la materia o las cosas corporales, res extensa, con las cuales el pensamiento se encuentra estrechamente unido. La complejidad es evidente: “Pero, ¿qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que también imagina y siente. Por cierto no es poco si todas estas cosas pertenecen a mi naturaleza”. (Meditaciones Metafísicas. Segunda Meditación). Luego agrega: “La naturaleza me enseña también, (…) que no sólo estoy alojado en mi cuerpo, como un piloto en su barco, sino que, además de esto, le estoy estrechamente unido y confundido y mezclado de tal modo que formo como un único todo con él. (…) Pues, en efecto, todos esos sentimientos de hambre, de sed, de dolor, etc., no son sino modos confusos de pensar, que proceden y dependen de la unión y como de la mezcla del espíritu con el cuerpo”. (Meditaciones Metafísicas. Sexta Meditación).

Como parte de su sello sabemos entonces que el pensar y el sentir no pueden ser separados. Esta misma complejidad está representada por un autor contemporáneo, esta vez con formación en biología. En efecto, Edward O. Wilson sostiene: “La condición humana (lo que somos como especie, aquello en lo que queremos convertirnos, y aquello en lo que imaginamos que podemos convertirnos en carne y hueso y en sueños) depende de fenómenos a cuatro niveles. El primero es el procesamiento de las entradas sensoriales, como las del oído, la vista y el olfato; el segundo se refiere a los reflejos, como los típicos del parpadeo y el sistema nervioso autónomo; y el tercero es el paralingüístico, que comprende las expresiones faciales, los movimientos de las manos y la risa. El nivel cuarto y final es el lenguaje simbólico, la única capacidad que distingue absolutamente al Homo sapiens de los demás animales. Cada uno de estos cuatro niveles es alterado en mayor o menor grado por los centros emocionales del cerebro. Sometidos a la decisión en los centros de control del cerebro inconsciente, convocan recuerdos que ayudan a formar situaciones hipotéticas futuras en la mente consciente. El resultado de todos estos procesos es lo que denominamos “pensar” (Los orígenes de la creatividad humana (2018). Barcelona: Crítica. Pág. 117).

Dos

Estamos en presencia de un objeto de estudio que se resiste al reduccionismo, dado su carácter extenso y multidimensional. En otra de sus facetas, tiene también implicancias políticas: el filósofo Bertrand Russell afirma que los hombres temen al pensamiento, por su carácter subversivo, destructivo y despiadado con los privilegios. Agrega que el pensamiento es grande, ligero y libre, la luz del mundo y la mayor gloria del hombre. Russell agrega con especial énfasis, que debe estar en posesión de todos, sin excepción, y no como privilegio de unos pocos, para evitar que nos inunde el miedo.

Desde una perspectiva psicológica, incluye un conjunto de procesos internos que regularmente no son acompañados por signos visibles, y que implica representaciones simbólicas respecto a situaciones y objetos no presentes en la realidad inmediata, o definitivamente ajenas a ella. Una de sus funciones es generar y controlar el comportamiento manifiesto, producir representaciones de la realidad y contribuir a la solución de problemas.

De esta manera, en este contexto, asumimos como un punto de partida que el aprendizaje del pensamiento es un objetivo formativo de primera importancia. Asumimos, simultáneamente, que no basta con un enfoque discreto, meramente instrumental o pragmático. Esta amplitud nos obliga a un abordaje académico capaz de cubrir distintas dimensiones. Queremos hacernos cargo del aporte de la filosofía, tanto como del aporte de las ciencias sociales y las humanidades. Nos interesa el enfoque de los sofistas, los primeros maestros del pensamiento, y también sus aplicaciones actuales en el razonamiento diagnóstico y el juicio clínico. Tenemos interés en el fenómeno de la argumentación, tanto como en las dimensiones éticas y existenciales del pensamiento. Nos parece sustantiva la formación en la reflexión y la crítica, del mismo modo que valoramos el autoconocimiento y el autocontrol. Son importantes las operaciones básicas del pensamiento, pero sin descuidar las actitudes y las motivaciones. Nos atraen conceptos recientes como “alfabetización académica”, sin olvidar la tradición en la que se sustentan. Nos importa la precisión conceptual, pero entendemos que no se puede descuidar la aplicación práctica.

Tres

Muchos conocimientos caen en obsolescencia, algunas prácticas pierden vigencia y hay métodos que dejan de tener utilidad: ciertos logros y empeños humanos con frecuencia quedan cubiertos por el olvido. Sin embargo, lo que prevalece y nunca pasa de moda es el pensamiento. Saber pensar, esto es, ser capaz de recurrir con autonomía a recursos cognitivos, en presencia de problemas, desafíos u oportunidades, es algo valorado desde muy antiguo y permanece hoy como un propósito primordial.

Sin duda, se trata de un recurso interminable y con un extenso rango de aplicabilidad, tanto en términos instrumentales como reflexivos. No se agota ni se desvanece por el tiempo ni por el uso: mientras más se usa, más se perfecciona y más está disponible.

Está ligado a todos los aspectos de la experiencia. Enfatizar dicotomías artificiales, como la pretendida contraposición entre pensamiento y emoción, por ejemplo, tiene poco destino. El pensamiento es un recurso de enorme potencialidad para producir todo tipo de aprendizajes (excepto aprendizajes respondientes) y abordar cuestiones tan diversas como la convivencia, el autoconocimiento, la formación de actitudes, la toma de decisiones, la formulación de proyectos, la expresión de los sentimientos, entre otras.

Su desarrollo no es un acto aislado ni un proceso independiente. Sólo puede haber aprendizaje del pensamiento cuando las personas valoran lo que hacen, y movilizan disposiciones favorables respecto del propio proceso de aprender y del pensamiento como una capacidad deseable y de amplias posibilidades.

De antiguo sabemos también que el pensamiento está afectado constantemente por malos hábitos intelectuales que impiden el uso adecuado de la razón y cierran el avance del conocimiento. El pensamiento no es una fuerza libre de amenazas, y con frecuencia sufre la influencia negativa de factores que lo llevan a posicionarse en creencias cómodas, aunque sin contenido, olvidando la necesidad de mantener siempre el alto el sentido fundamental de la pregunta.

De acuerdo a lo anterior, tenemos por delante un horizonte temático muy abierto, y nuestro compromiso es abordarlo en forma gradual, y ciertamente sostenida en el tiempo. No se nos escapa que se trata de un proyecto ambicioso, en donde con seguridad acecha la frustración y el fracaso. Aún así, esperamos avanzar en un trabajo que en algún momento puede tener resultados tangibles en el plano de la investigación y la docencia.

Archivos para lectura

Equipo

RICARDO LÓPEZ PÉREZ
Licenciado en Filosofía. Universidad de Chile
Doctor en Filosofía. Universidad de Chile
rlopezp@uchile.cl

MARTÍN SAAVEDRA CAMPOS
Kinesiólogo. Universidad de Chile
Magíster en Educación. Universidad de Chile
martinsaavedra@uchile.cl

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